domingo, 10 de marzo de 2013

Café hecho por Dí. Wilfredo Prieto
Galería Nogueras Blanchard
Julia Clara Goitia Mañon

Es gratificante ver cómo el trabajo de artistas latinoamericanos es cada día más apreciado y recurrente en la escena europea. Como española que ha vivido más de 10 años en Latinoamérica conozco de primera mano la apreciación del arte en países como Cuba, República Dominicana o Puerto Rico y el interés social se reduce a grupos minoritarios.

No obstante el trabajo de estos artistas en la mayoría de los casos no es reconocido, pero sí tenaz, vanguardista y en consonancia no solo con la política, como comúnmente se creen quienes toman como referencia el caso cubano, sino que estas representaciones plásticas reformulan la estética y crean su discurso día a día. Poco, por no decir ínfimo, es el trabajo teórico entorno a ellos, tanto artistas como Candido Bido, Wilfredo Lam o Roberto Matta como los contemporáneos Prieto o Kcho hilan su cronología en búsqueda de su historia tantas veces negada.

Wilfredo Prieto no considera sus obras como objeto de deleite, concibe sus exposiciones “para que el visitante vea la muestra un segundo y vuelva pronto a su casa, como la realidad misma en el exceso de información y la selección compactada”, según sus propias palabras. Utiliza la información simbólica y explica que deja su obra de tarea, es decir, el espectador observa y cuando puede procesa lo que ha visto. Este trabajo es muy personal, pero a la vez personal colectivo, trayendo la cotidianidad al arte, como esos momentos en los que sentados en una cafetería hemos cogido una de esas servilletas de gracias por su visita y dibujado cualquier tontería mientras esperábamos, nos aburría la conversación o simplemente utilizamos el dibujo para explicar nuestras ideas.

La obra de Prieto focaliza su interés por la impresión, la sorpresa inesperada, y como ejemplo podemos trasladarnos al 2006 en la Bienal de La Habana, cuando apiló cuidadosamente una cáscara de plátano podrida, una pastilla de jabón y un poco de grasa de un eje en una de las áreas del suelo de la exhibición, resaltando el asombro de los visitantes. Cuando acudí a la galería Nogueras Blanchard no me esperaba lo que vi: DIBUJOS, ya que él nunca había expuesto dibujos porque siempre ha dicho que se aleja de las formas de arte convencionales y sin duda el disegno es la primada manifestación artística, así que no cobra mucho sentido si lo analizamos hasta ese punto, pero lo que no podemos olvidar de su obra es el acto de sorprender.

La exposición comprende una selección del artista de sus dibujos desde que inició sus estudios en la Habana hasta la actualidad, esa aparente selección al azar no es más que una cuidada y muchas veces meticulosa plasmación de ideas rápidas conclusas e inconclusas de potente cariz ilustrativo, imágenes donde en diversos casos la repetición se convierte en seriadas composiciones. Lo diversos soportes no hacen más que reafirmar el matiz improvisado de estos dibujos, post it, hojas de agenda, periódicos y un sin fin de materiales de uso cotidiano que distan mucho del típico soporte de lino, algodón o cáñamo.

Dicho todo lo anterior, resaltando los elogios a este artista y a todo lo que su obra representa así como la calidad de las obras expuestas, debo decir que cafe para Dí se perfila como una exposición carente de atractivo, excesivamente personal hasta tal punto que nos aleja del artista y con un cariz muy improvisado. Da la impresión que esta nueva galería ha realizado un trabajo para salir del paso, en espera de otra cosa.

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