domingo, 10 de marzo de 2013

La búsqueda del tesoro

El coleccionista de obsesiones de Bernardí Roig
Museo Lázaro Galdiano. Calle Serrano 122
Julia Clara Goitia Mañon


Cada museo español tiene una pieza que nos viene a la mente cada vez que nombramos su colección: Museo del Prado y Las Meninas, Thyssen y Giovana Tornabuoni, Reina Sofía y El Guernica, pero si hablamos del Museo Lazaro Galdiano nos viene a la mente........ ¿Quien conoce esta institución escondida en una esquina de Serrano, sin contar a historiadores, críticos, coleccionistas y expedicionarios del inserso?

Este museo con su web obsoleta, su organización museística detenida en el tiempo, nunca ha sido un ejemplo de modernidad y se jacta de ello con publicaciones como la revista Goya, con sus artículos rimbombantes que me hacen pensar que el elitismo en el arte sigue incrustado en los estratos artísticos españoles, donde ante el arte incuestionable de Goya ignoran la vanguardia de Tápies. Aun así, el 25 de enero del 2013 abrió sus puertas por primera vez a un artista contemporáneo con una exposición que dista mucho de su estilo decimonónico y que sorprende gratamente. “El coleccionista de obsesiones” de Bernardí Roig.

El coleccionista de obsesiones se perfila como la búsqueda del tesoro, una búsqueda que te mantiene alerta con sus altos y bajos y que requiere toda la atención del espectador, ya que repartidas por el museo debemos encontrar 17 obras del artista, que se camuflan entre la colección Galdiano, obligándonos a mantener  los ojos bien abiertos para no perder ningún detalle y poder disfrutar de sorpresas tan gratas como las que nos encontramos en sus jardines, de los que hablaré más adelante.

Nos adentramos en el museo y nos reciben las palabras de Walter Benjamin seguidas del libro de “luz” Blow up the book y digo luz entrecomillas porque cuando realicé mi visita estaba apagado, vaya usted a saber por qué. A continuación y con mapa del tesoro, ya que dispones de pistas previas para la aventura a modo de plano de ubicación, comienza la búsqueda, que se desarrolla entre sus cuatro plantas para finalizar en el jardín del terror.

Las salas, hasta entonces añejas, despiertan ahora de su letargo con los característicos hombrecillos de Roig, un total de diecisiete piezas, entre dibujos, esculturas, moldes, grabados y video arte que buscan dialogar con el espacio que le rodean, el resto de la colección e incluso con el espectador, un diálogo que sobresale del resto de obras activándose a sí mismo, pero muy lejos de activar el resto de la colección Galdiano, como pretendía el artista.

Durante este viaje sorprendente por los tesoros de Roig, cabe destacar Practice to suck de light, que se habilita en un lugar hasta ahora desconocido para los asiduos del museo, uno de sus túneles. En él, rodeado de viejas y carcomidas cajas donde antaño se almacenaban los números de la revista Goya, encontramos una de las blancas esculturas del artista chupando una bombilla como insecto atraído por la luz, potenciando mi impresión inicial de una vanguardia que se erige sobre el aura clásica de lo que representa Galdiano, en este caso sí, dotándolo de un nuevo significado.

El jardín del terror

Sin duda el jardín es el escenario más bucólico y dramático para las 3 piezas finales de Roig. Hay que mirar con atención porque las obras aquí expuestas pasan fácilmente desapercibidas. La primera que visualicé fue la escultura de resina colgada en la copa de un enorme árbol, quizá la más poética del artista debido al diálogo que establece con la naturaleza que la rodea, mientras que las otras dos, se trataban de un cuerpo semihundido en el jardín, Prácticas para ocultar un cuerpo (el cadáver) 2009, y un hombre cruzado de brazos en una esquina del edificio bajo una bombilla con el título de Prácticas para ocupar un jardín de la FLG, 2012.

Es aquí donde la obra cobra su esplendor y se rodea de un halo de misterio, luces y sombras que estremecen al espectador confiriéndole a la estancia el clima propio de una película de terror, donde El coleccionista de obsesiones cobra todo su significado en consonancia con el contexto en el que se encuentra, haciendo que merezca la pena comenzar esta búsqueda que Roig culmina en el jardín con especial maestría.

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