Linda
Nadine Ruiz Erqueaga
“Con Los Encargados, el arte vuelve a las barricadas de la
mano de Jorge Galindo y
Santiago Sierra”. Galería
Helga de Alvear.
C/ Doctor Fourquet, 12.
Del 17 de Enero al 2 de Marzo de 2013.
C/ Doctor Fourquet, 12.
Del 17 de Enero al 2 de Marzo de 2013.
La obra performativa se abandona al amparo de las tecnologías
confiando en que éstas registrarán todos los componentes, los estrictamente
físicos/visuales y los connotativos/ideales que lleva intrínsecos.
Cuando se hace una performance a las ocho de la
mañana en Agosto por las arterias de la
capital se está confiando plenamente en el “media”; no se concibe la acción sin
pensar que no vaya a ser registrada, se piensa en ella como un director de cine
compone cada escena.
Lo realmente impactante de la procesión de los siete
democrápitados es el contraste que ofrecen con los edificios del fondo.
Acostumbrados a admirar los cuadros en
interiores de cuatro paredes, verlos circular sobre ruedas en el exterior, en
la calle, supone una decontextualización máxima del lienzo.
Pero… ¿hasta qué punto el arte de acción es activo
y momentáneo, y hasta qué punto no muere
la intención en el mismo instante en que se concibe para ser registrado? El arte de acción deja de ser activo para ser memoria de lo ocurrido, porque
ya se concibe desde su gestación como una recopilación filmográfica.
De antemano se pretende perturbar al espectador del vídeo, no a los madrugadores viandantes
madrileños en un mes que además es el más vacío en todo el año para la
capital.
Superada y asumida la idea de que el arte de acción
es concebido para ser encerrado en la cárcel del estatismo galerista, podemos
ahondar en la obra.
Si no estuviera sonando el himno anarquista de fondo,
pensaríamos que unos distinguidos retratos en un clásico blanco y negro nos
muestran a sus protagonistas casi favorecidos, tratados con demasiada
amabilidad. Pero esta idea inicial poco
a poco se va transformando, sus ojos se nos aparecen desorbitados; entendemos
que están siendo castigados en su propio contexto, mortificados en sus propios
mercedes. Mostrar la dictadura de los burocráticos cuellos blancos tan
impecables, sin mancharlos de corrupción, puede parecer benevolente; tal vez
hubiéramos preferido verlos fustigados y encarcelados en una metáfora de la
jungla de asfalto.
Por ello nuestro trabajo es más difícil; tratamos
con un arte de protesta mucho más inteligente. Su aspecto elegante, sus coches
caros y sus rostros implacables se subvierten con el simple hecho de voltear la
imagen. Descontextualizarlos y martirizarlos hubiera sido una elección visual
mucho más llamativa y parlante, pero ponerlos en evidencia dentro de su propio
mundo, atacarlos con sus elementos cotidianos, resulta una solución más
reflexiva y sutil, pero no por ello menos directa y contundente.
Aún así debemos ser conscientes de que estos democrapitados son elegidos cabezas de
turco pero no son los únicos responsables de la crisis del sistema – el himno
de a las barricadas nos recuerda
quizá que el problema es el sistema - detrás de ellos existe toda una red de
complicadas relaciones de poder e interés, y es por ello que este arte de
protesta toma mayor valor, alejándose de los amiguismos, manteniendo un arte
coherente con ideologías contratacantes.
Esperemos que haya también una cierta
relación de coherencia, (en el caso de Santiago Galindo) entre oponerse a un
Premio Nacional de Artes Plásticas de 2010, porque el arte “le otorga una
libertad a la que no está dispuesto a renunciar y su sentido común le obliga a
rechazar ese premio”, y vender esta obra en su totalidad por 340.000 euros.
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