EL COLECCIONISTA DE OBSESIONES
Bernardí Roig
Museo Lázaro Galdiano – 25 enero al 20 mayo de 2013-01-30
Carmen Bárbara García
Rodríguez
La exposición
de la obra de Bernardí Roig en el interior del museo Lázaro Galdiano no es la
primera en la que su obra entra en contacto con el entorno y los fondos de un
museo clásico. La gran colección que atesoró José Lázaro Galdiano cuenta con
grandes obras de la pintura, escultura, grabado, artes suntuarias, y todo tipo
de curiosidades que resultaban del interés de un gran coleccionista de su
época; y se relacionan en este proyecto con los objetos de interés de Bernardí
Roig, con sus obsesiones, que nos encontramos materializadas a medida que
recorremos el palacete de Lázaro Galdiano. Su obra se despliega de un modo marginal,
aunque en contadas ocasiones interrumpe el paso del espectador o modifica su
recorrido, invitándonos a inspeccionar y buscar su huella en el museo, en los
rincones menos transitados del jardín, asomándonos a la ventana, y abriendo
espacios vedados a los visitantes, -como el sótano en el que se amontonan los
ejemplares de la revista Goya-. En esta ocasión el comisario, José Jiménez,
propone crear un “espacio compartido”, un continente de las obsesiones de estos
dos coleccionistas, con una visión personalísima del arte.
Bernardí Roig
nos muestra su colección de cabezas en cuerpos rechonchos con el torso desnudo y los
pantalones desabrochados, que recuerdan a las primeras figuras de yeso a tamaño
real de George Segal (1924-2000), con esa apariencia impersonal y melancólica.
Pese a su enorme similitud en apariencia, al contrario que Segal, Roig parece poner
el acento en sus figuras estandarizadas, desviando nuestra atención de los
particulares objetos que las rodean.
El
hiperrealismo de estas figuras se aprecia en su enorme gestualidad, fruto la
reacción ante una luz fluorescente tan fuerte que resulta cegadora, en clara
deuda con el austriaco Franz Messerschmidt (1736-1783). Desde el hombre que nos
cierra el paso a una sala cuyos ojos están ocultos tras una barra fluorescente,
hasta el individuo del sótano que intenta chupar una bombilla, atraído hacia
ella como un mosquito. Pero donde resulta más evidente esta obsesión por la
ceguera y el contraste entre la deslumbrante luz y la oscuridad total es en el
video que él mismo protagoniza en el interior del museo, Ejercicios de invisibilidad. Caracterizado de forma algo siniestra
y acorde a su interés por la estética del varón gordo con alopecia, recorre el
museo de noche, con los ojos grapados y con una única luz sobre su cabeza de
tal intensidad, que en lugar de guiarle le ciega más aún. De fondo, una distorsionada
balada de Elvis Presley, que pareciera más bien un zumbido que una canción de
amor, se expande por las salas como un eco sepulcral, inquietante y
terrorífico.
Donde podemos
ver más claramente los intereses del artista es en su “Tablero de imágenes”: un
gran mural de recortes, fotografías, dibujos y bocetos de todo tipo permiten
realizar una lectura conceptual de la obra de Roig, de sus intereses, sus
deseos, su inspiración y su entorno más cercano.
Se trata de un
proyecto muy personal que permite el acercamiento al coleccionista como
individuo, y convierte el hecho de coleccionar en algo diferente: una
recopilación de los fantasmas y los deseos del yo más profundo que se
manifiestan de las más diversas formas. Es también una suerte de recorrido a la
inversa en el proceso de creación artística de Bernardí Roig, quien hace del
coleccionismo, la acumulación y el pensamiento obsesivo una brillante metáfora
del proceso creativo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario