Bernardí Roig
Museo Lázaro Galdiano
25 enero - 20 mayo 2013
Celia Lucia Soldado Moreno
La pérdida del “pedestal” para Bernardí Roig no solo
significo el acercamiento de la obra al público y desmitificación del artista,
para colmo nos hace jugar con ella. No solo tenemos que ir andando por la sala
de exposiciones para contemplar su obra, sino que ahora además tenemos que
buscarla como si de un juego se tratase al más estilo “Blow up”. ¿Nos estamos convirtiendo así en parte de la
obra en sí?
Se nos muestra una serie de esculturas al tamaño
natural realizadas con moldes del propio artista y de una caracterización muy
realista y con expresiones faciales especialmente trabajadas. El momento
escogido para la visita a la exposición no podría haber sido más idóneo, para
que ir de día si podemos ir al caer la tarde haciendo que se cree un ambiente,
una sensación de inquietud, pero también de acercamiento. Caminando por el
jardín hay momentos en los que no sabes si esa persona del fondo, bajo el
farolillo, se está fumando un cigarro o te está espiando, hasta que te das
cuenta de que lleva en la misma postura un buen rato (y de su boca no ha salido
ni una pizca de humo) es entonces cuando te das cuenta del engaño y te acercas
para descubrir una escultura ciega, “cegada” a su vez por una bombilla situada
encima de su cabeza literalmente. Más tarde pasas dentro del edificio, y por
las diferentes salas te vas encontrando a sus hermanos gemelos, todos en
diferentes posturas, pero siempre descalzos, con una gran bombilla y con una
extraña obsesión por llevar los pantalones desabrochados.
Las piezas no interactúan únicamente con los
espectadores, ya que nos podemos encontrar una en la entrada, como nos la
podemos encontrar escondida en el túnel situado debajo del edificio donde se
encuentran almacenadas un montón de las revistas “Goya”, fundada en 1954 por
José Camón Aznar, en cajas amontonadas. Interactúa con nosotros, pero también
con el edificio en sí. El artista trabaja tanto en los ámbitos de la escultura
al natural, la escultura en plata y vitrina como en el videoarte y en el
apropicionismo de otras obras. No pasa
desapercibida tampoco la sala donde están las armaduras que se hicieron
especialmente para el antiguo dueño del recinto, en el centro de esta no hay
nada más que un molde, el artista se desnuda ante nosotros (ya nos estaba dando
pistas con lo de los pantalones), encontramos aquí un molde expuesto a modo de
sarcófago abierto del que parece que ha salido corriendo uno de sus hombres.
Aunque más que un sarcófago podemos intentar relacionarlo con una “armadura” más,
de la cual ha huido aquello o aquel que hubiera dentro.
En otra sala nos encontramos con un video un tanto
desconcertante por no decir ensordecedor y un tanto desagradable. Aquí se nos
muestra la acción del artista paseando por el museo una noche completamente a
oscuras, con los ojos tapados y portando un gran foco en su espalda, esta así asistiendo
a la visita de su propia exposición (y del resto de obras de la galería) sin
poder si quiera verla. Toda esta contraposición de hombres cegados y alógenos
por todos los lados nos hablen quizás de lo ciego que se encuentra el hombre,
ya que aunque porte veinte de esas luces alógenas a su espalda o las tenga
enfrente, sigue cegado.
Sin darnos cuenta del juego en el que hemos entrado,
vamos recorriendo todas las salas, viendo así todas las obras, que “colecciono”
Lázaro en su momento, la galería de un coleccionista y en ella, un artista
coleccionador de obsesiones.
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