Museo Lázaro Galdiano
Bernardi Roig. El coleccionista de obsesiones
Sandra Godino Jiménez
Nos encontramos en un momento en
que los museos se compartimentan perfectamente en épocas, estilos, diseños, y
artistas. Situando toda obra en un interior. Una organización completa, guiando
así al visitante de una manera concreta y coherente. Pero es aquí, en este
punto, donde Roig destaca de manera peculiar y deja presente su creatividad con
esta exposición. El mismo artista afirma
que sus obras “dialogan con el espacio
que ocupan, ya que con su presencia activan el lugar. Se disponen en función de
la arquitectura y sus elementos; los suelos, las esquinas, las columnas y la
luz. La idea es que esa presencia en el espacio sea capaz de crear el vacío
para que así los límites de la obra sean los límites del espacio que la
contiene”. Presenta su colección mezclando y compenetrando a la perfección
estas figuras con la colección ya permanente, para nada contemporánea, en las
salas del museo. Por lo tanto, llega con una exposición permanente que rompe
esquemas tradicionales.
Bernardi Roig, por lo tanto, fiel a su particular
arte y estilo sobre obsesiones,
decide escampar, mostrar, exponer una diversidad de figuras masculinas blancas
por todo el recinto. Tanto en el interior (diversas salas de exposición,
pasillos, rincones…) como en el exterior (jardines y vegetación) del museo
Lázaro Galdiano. Abre con ellas espacios no accesibles al público, como también
cierra accesos a salas o determinados espacios con las propias figuras,
añadiendo así más fuerza y personalidad en ellas. Nada más entrar en este
recinto exterior se observa colgado en un árbol, a metros de altura, una de
estas figuras. De este modo es incluso visible desde la calle a la vez que
impacta al espectador por su carácter siniestro. Observando y adentrando en los
jardines del museo seguimos encontrando varias de las esculturas realizadas por
el artista. Éstas se caracterizan por ser blancas, masculinas, no demasiado
altas, sin camiseta, con algo de sobrepeso y con los pantalones desabrochados a
medio caer. Aspecto de tortura, de molestia, de incomodidad, de frialdad e
incluso soledad. Perdidas en la nada, pidiendo a gritos encontrarse a sí mismas.
Son, en definitiva, las piezas que mejor representan las obsesiones y temas del
artista.
Dejando de lado las curiosas esculturas, en una de
las salas de las plantas superiores se observa un gran tablón con aquellas
inspiraciones del artista para trabajar, para su hacer, para su rutina y estilo
de vida. Observando detalladamente se pueden encontrar recortes varios y de
temática extravagante, política ridiculizada, imágenes pornográficas, la
presencia abundante de la figura femenina, entre muchas otras. Esto no es colocado
casualmente en una sala donde predominan objetos clásicos y totalmente contrastables
con este tablón, de hecho en este punto podría resumirse la esencia de esta
mezcla de una exposición temporal contemporánea con el resto de la colección de
obras permanentes que presenta el museo. Otro punto de la exposición de gran
interés, como lugar y zona de reflexión, más profunda, con un particular
ruido/sonido de fondo, vemos un pequeño cortometraje con el propio artista como
protagonista el cual recorre el museo a oscuras, con los ojos vendados, una luz
encima de él y mostrando al espectador las obras. Éste recorre milimétricamente
el espacio del museo, con especial actitud.
Así, esta exposición invita al espectador a una
experiencia distinta. A visitar algo diferente y a sentir otras emociones,
otras sensaciones, tener determinadas reflexiones, en definitiva, ver y
observar aquello que muchas exposiciones no muestran. Entrar en un nuevo espacio,
romper barreras de lo tradicional y sentir un coctel de emociones que no deja
lugar a la indiferencia.
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