martes, 29 de enero de 2013

Figuras, Luces y Acción


               Museo Lázaro Galdiano

Bernardi Roig. El coleccionista de obsesiones

Sandra Godino Jiménez


Nos encontramos en un momento en que los museos se compartimentan perfectamente en épocas, estilos, diseños, y artistas. Situando toda obra en un interior. Una organización completa, guiando así al visitante de una manera concreta y coherente. Pero es aquí, en este punto, donde Roig destaca de manera peculiar y deja presente su creatividad con esta exposición. El mismo artista afirma que sus obras “dialogan con el espacio que ocupan, ya que con su presencia activan el lugar. Se disponen en función de la arquitectura y sus elementos; los suelos, las esquinas, las columnas y la luz. La idea es que esa presencia en el espacio sea capaz de crear el vacío para que así los límites de la obra sean los límites del espacio que la contiene”. Presenta su colección mezclando y compenetrando a la perfección estas figuras con la colección ya permanente, para nada contemporánea, en las salas del museo. Por lo tanto, llega con una exposición permanente que rompe esquemas tradicionales.  

Bernardi Roig, por lo tanto, fiel a su particular arte y estilo sobre obsesiones, decide escampar, mostrar, exponer una diversidad de figuras masculinas blancas por todo el recinto. Tanto en el interior (diversas salas de exposición, pasillos, rincones…) como en el exterior (jardines y vegetación) del museo Lázaro Galdiano. Abre con ellas espacios no accesibles al público, como también cierra accesos a salas o determinados espacios con las propias figuras, añadiendo así más fuerza y personalidad en ellas. Nada más entrar en este recinto exterior se observa colgado en un árbol, a metros de altura, una de estas figuras. De este modo es incluso visible desde la calle a la vez que impacta al espectador por su carácter siniestro. Observando y adentrando en los jardines del museo seguimos encontrando varias de las esculturas realizadas por el artista. Éstas se caracterizan por ser blancas, masculinas, no demasiado altas, sin camiseta, con algo de sobrepeso y con los pantalones desabrochados a medio caer. Aspecto de tortura, de molestia, de incomodidad, de frialdad e incluso soledad. Perdidas en la nada, pidiendo a gritos encontrarse a sí mismas. Son, en definitiva, las piezas que mejor representan las obsesiones y temas del artista.

Dejando de lado las curiosas esculturas, en una de las salas de las plantas superiores se observa un gran tablón con aquellas inspiraciones del artista para trabajar, para su hacer, para su rutina y estilo de vida. Observando detalladamente se pueden encontrar recortes varios y de temática extravagante, política ridiculizada, imágenes pornográficas, la presencia abundante de la figura femenina, entre muchas otras. Esto no es colocado casualmente en una sala donde predominan objetos clásicos y totalmente contrastables con este tablón, de hecho en este punto podría resumirse la esencia de esta mezcla de una exposición temporal contemporánea con el resto de la colección de obras permanentes que presenta el museo. Otro punto de la exposición de gran interés, como lugar y zona de reflexión, más profunda, con un particular ruido/sonido de fondo, vemos un pequeño cortometraje con el propio artista como protagonista el cual recorre el museo a oscuras, con los ojos vendados, una luz encima de él y mostrando al espectador las obras. Éste recorre milimétricamente el espacio del museo, con especial actitud.   

Así, esta exposición invita al espectador a una experiencia distinta. A visitar algo diferente y a sentir otras emociones, otras sensaciones, tener determinadas reflexiones, en definitiva, ver y observar aquello que muchas exposiciones no muestran. Entrar en un nuevo espacio, romper barreras de lo tradicional y sentir un coctel de emociones que no deja lugar a la indiferencia.  

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