Bernardí Roig. "El coleccionista de
obsesiones".
Museo Lázaro Galdiano.
C/ Serrano, 122.
Museo Lázaro Galdiano.
C/ Serrano, 122.
La Fundación Lázaro
Galdiano, cuyos fondos incluyen monedas, medallas, armas y armaduras, cuadros…
todo dentro del estilo clásico-renacentista nos sorprende por albergar la
exposición de Bernardí Roig (Palma de Mallorca de 1965), fuera de todas las
líneas de este museo.
Quizá algo más que
llama la atención es el hecho de que la muestra presenta 17 obras en los
espacios de la Fundación (8 obras son inéditas y otras 2 están reformuladas
para esta exposición), totalmente integradas; dibujos, esculturas, un libro de
luz, un molde escultórico, un tablero de imágenes y una película rodada
especialmente para esta exposición, todo esto demuestra una gran unidad.
Centrándonos en esta
exposición “El coleccionista de obsesiones” (la primera exposición que hace el
museo de un artista vivo), es una muestra concebida por el propio artista y el
comisario José Jiménez como un diálogo abierto, el diálogo de lo que para el
artista significa una colección, atesorar conocimiento, almacenarlo y mostrarlo
en la casa del coleccionista, por eso, resulta que al final no es tan rara la
idea de exponer la exposición conjunta a la que ya hay en el Lázaro, sino que
es un buen sitio para exponer la propia casa del coleccionista.
La impresión que nos
causa esta exposición es total incertidumbre e innovación, esto lo vemos por
ejemplo en la escultura que está adaptada a un nuevo espacio abierto al público
por primera vez, en el sótano, concretamente el pasillo lleno de estanterías de
números antiguos de la revista Goya, lo cual es una paradoja, ya que fue
publicada por el propio museo, como decía Roig, es un “almacén de conocimiento
que espera la luz”, pero esta idea de usar nuevos espacios no se usa solamente
aquí, sino que la muestra recorre salas y espacios que no forman parte del
recorrido expositivo habitual del museo como es la denominada sala de las
armaduras, los jardines o una de las terrazas exteriores del museo
Sería conveniente decir
lo que Roig dice sobre sus propias obras y es que “dialogan con el espacio que
ocupan, ya que con su presencia activan el lugar. Se disponen en función de la
arquitectura y sus elementos; los suelos, las esquinas, las columnas y la luz.
La idea es que esa presencia en el espacio sea capaz de crear el vacío para que
así los límites de la obra sean los límites del espacio que la contiene”. Una
vez situada la figura en el espacio, el artista considera que aparecen otros
elementos que ayudan a sostener la narración, “Por último, aparece el
espectador que con su mirada fertilizará el sentido de todo lo que esté
ocurriendo. Es el que activa el relato porque no hay mirada que modifique con
su presencia aquello que mira”.
Estamos en una época de
cambios en el modo expositivo, y aquí nos encontramos con una de ellas, varios
son los cambios, uno de ellos, como ya hemos hablado antes es el uso innovador
de las instalaciones, otra es que podríamos hablar de un arte total, también es
digno de mencionar la luz (usando focos de teatro en la que tan solo se ilumina
la obra). Además el artista intenta empatizar con nosotros, la sensación desde
que entras en los jardines es agobiante por decirlo de alguna manera, y a mi
entender, ese efecto se logra por completo con el vídeo en blanco y negro y el
iluminado (simulando sus estatuas) que recorre solo todo el museo.
Pero al igual que empatiza
con nosotros en este sentido, también se podría decir que el propio título de
la exposición es una manera de darse a conocer, de descubrirse ante nosotros
dándonos a conocer sus temores y obsesiones personalizadas en las estatuas.
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