JORGE GALINDO + SANTIAGO SIERRA. Los Encargados.
Galería Helga de Alvear. C/ Dr Fourquet no. 12, Madrid.
17/enero - 2/marzo 2013.
Judit
del Río.
La muestra de Sierra+Galindo se puede leer en unas pocas claves fáciles: el retrato oficial de régimen, la decapitación, la caravana fúnebre.
1. La solemnidad transmitida por el cortejo es la de los retratos realizados en colores sobrios –blanco y negro, seriedad, rigidez– acoplados al lujo institucional de los coches también negros. A la vez es la hegemonía dictatorial del uso de la imagen, el culto al imperator acompañado por himnos que cantan la grandeza del mismo.
2. La guillotina que descabeza a los presidentes de la Transición remite no tanto a la justicia popular como al ajusticiamiento público; aunque algo parecido al relevo legítimo de la soberanía, que pasa del Kaiser a la masa, deben pretender los dos artistas.
3. Una marcha mortuoria que lleva a los hijos de puta decapitados –y al Madrid post-post-industrial que acoge el paseo– a la tumba.
Y aún hay algo más: la inversión de la perspectiva normal de las cabezas alude al desconcierto, a la extrañeza, a la dificultad de comprensión, al caos en que se encuentra esta santa patria.
Esta vez el comunismo en lata de Sierra –auxiliado por su compadre, no olvidemos– toma dimensiones inusitadas que, aún más que convertir la galería en un delirio histriónico, la acercan al ridículo. Que un par de señoritos inmiscuidos en el circuito galerístico puedan considerarse de idéntica condición y anhelos que el grueso de la ciudadanía descontenta –deshauciados, parados, okupas, los negros del gueto2– es poco menos que ofensivo. Ojalá pudiera arrogárseles a cualquiera de ellos la cualidad de cínicos, de indolentes incluso: entonces parecería la instalación que nos presentan un ejercicio de ácido sarcasmo, demostración de su retorno por un camino que han recorrido mucho antes que el resto. Sin embargo lo que transparenta todo este tinglado es la arrogancia del iluso; o peor: la del ignorante. Más allá de la teatralidad de siete telas de casi tres metros cuadrados, la muestra es decepcionante, pretenciosa y de una simplicidad imperdonable.
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2 Lavapiés.
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