sábado, 26 de enero de 2013

Paren el mundo que yo me bajo.

Carolina López Sánchez.
Los encargados, Jorge Galindo y Santiago Sierra
Galería Helga de Alvear (17 de enero – 2 de marzo de 2013)


En 1969, el artista Georg Baselitz pinta un paisaje boca abajo, desde aquel momento invertirá sus pinturas para conseguir la desestabilización del sentido de sus obras, gesto que será considerado la firma del artista.
Los críticos del momento lo interpretaron de diferentes formas. Algunos consideraron que sus pinturas aludían a la desorientación de Alemania, sus personajes habían perdido el rumbo y la cabeza, intentando enfrentarse al pasado oscuro del nazismo. Mientras que otros plantearon un sentido más universal creyendo que el artista se refería al ciudadano desorientado en el mundo.
Cuarenta y cuatro años después de este acontecimiento, los artistas Jorge Galindo y Santiago Sierra presenta, en  la galería madrileña Helga de Alvear, una exposición en la que todo se encuentra del revés.
Hacen un ejercicio de atrevimiento, muy en consonancia con sus carreras artísticas, señalando directamente a los culpables del caos del país: el rey y los políticos desde la transición hasta la actualidad. En este caso, nuestros presidentes han perdido la cabeza, están desorientados, por lo que se encuentran boca abajo.
Los artistas consiguen romper directamente con el discurso propagandístico de los políticos españoles que acostumbramos a ver en los medios de comunicación. Con una sonrisa, hablan a sus ciudadanos de sacrificios, reformas y soluciones rápidas. En su obra, Galindo y Sierra han desprovisto a estos personajes de cualquier tipo de gesto amable. Se muestran serios, parece incluso que están preocupados por haber dejado un país a la deriva. Los retratos insignes son paseados insistentemente a modo de cortejo fúnebre por La Gran Vía, pero ninguno de ellos se marea y grita: “¡Paren el mundo que me bajo!”
La propaganda política que se lleva haciendo años en España es muy fácil de desmontar, pues hoy nos encontramos con unas consecuencias nefastas de la desidia de nuestros dirigentes. El propio Sierra explica a los medios: “La propaganda del régimen es machacona o cuántas veces no ha oído usted la palabra campechano o las palabras transición ejemplar. Bueno pues esto es contrapropaganda, nuestra revancha a toda una vida bajo su propaganda”
Este desfile es la antítesis del fascinante y perturbador documental El triunfo de la voluntad, cumbre de la propaganda de un país donde la sociedad exaltada apoya a sus líderes fervorosamente.
En el vídeo de la muestra los ciudadanos no aparecen, no interactúan, pese a que sería interesante observar las reacciones de los transeúntes. Parece ser que los artistas, a ritmo de La Varsoviana invitan a los espectadores a revolverse contra la opresión y a luchar por una sociedad más justa sin que estos aparezcan en escena. En esta exposición, los protagonistas son ellos: los importantes, los encargados, los dirigentes, los poderosos… El ciudadano se siente abrumado, se pregunta: ¿Acaso puedo hacer yo algo para que esto cambie?
La pasividad de los transeúntes del vídeo puede invitar a la inoperancia de los ciudadanos. Con esta exposición se corre el riesgo de que al espectador se le dé la vuelta la cabeza, pues las personas tienden a desentenderse cuando no tienen la culpa de algo. Los ciudadanos también deberíamos encontrarnos entre los culpables, por acomodarnos y dejar que las cosas pasen sin más. El ciudadano tiene que asumir parte de su culpa  para conseguir que el país no se ahogue. En la película En el valle de Elah, el protagonista principal explicaba el sentido de izar una bandera del revés: “Es una señal internacional de socorro. (…) Significa que tenemos problemas y que tienen que venir a salvarnos porque no somos capaces de salvarnos solos”. Extrapolando esto a España, los ciudadanos deberían acudir a la llamada de socorro e intentar cambiar lo estropeado en la sociedad.
 

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