‘Obsesiones como arte’
Critica a la exposicion ‘El coleccionista de obsesiones’
De Bernardí
Roig
Fundacion Lazaro Galdiano, Madrid
desde 25 enero hasta 20 de mayo
Laura Ventura
Bernardì Roig (Palma de Mallorca, 1965), uno de los artistas
contemporáneos españoles más relevantes en el panorama internacional, en la
muestra plantea un diálogo entre los fondos del museo, obras maestras del arte,
joyas bibliográficas y documentales, de la historia española y universal con
sus obra plástica. Según señala el comisario de la exposición, José Jiménez, se
trata de “un diálogo a través de las obras del artista: dibujos, esculturas,
vídeos, algunas de ellas especialmente producidas para esta muestra, con los
distintos aspectos y modulaciones que configuran el coleccionismo de Lázaro
Galdiano, tal como éstos se muestran y despliegan en los espacios de la
Fundación”. El impulso obsesivo es el concepto del proyecto que responde a la
idea que es propia del artista que es un coleccionista pero no de objetos o
piezas, sino de representaciones plásticas, de ideas que se encarnan en sus
obras. “En ese sentido, el artista es también un coleccionista, pero un
coleccionista de obsesiones, aquellas que va plasmando en su trabajo en busca
de la realización de la obra, ese impulso obsesivo hacia la búsqueda de lo
imposible”, afirma el comisario. En el caso de Roig, la incomunicación del
hombre contemporáneo, la muerte, el viaje interior y la soledad, son algunas de
las obsesiones presentes en su obra. En su trabajo conviven estructuras
abstractas y reminiscencias de la figuración, con repertorios heredados de
artistas como Antonioni, Duchamp, Malevitch, Bruce Nauman o Klossowsky.
El coleccionista intenta guardar en los objetos que atesora el
hilo rojo de experiencias vividas. Lo que se desvela a través de ellos es, en
el fondo, una voluntad de recobrar el tiempo que pasó. Podría así decirse que
coleccionar es una lucha contra el tiempo, un impulso a permanecer
materialmente en los objetos, de todo tipo, en los que en un momento de vida se
demoró la mirada, el tacto, la apropiación corporal y sensible. Hay
concepto, desde luego, pero el coleccionismo implica una intensa inmersión
sensible y sentimental en las piezas que forman la colección.
Esa lucha, pasional, con el tiempo es también, sin duda, la
clave última del trabajo de Bernardí Roig. El concepto que sustenta esta
exposición tiene que ver con el descubrimiento de una imagen inadvertida en el
espejo: el artista, él también, es un coleccionista, aunque no de piezas
u objetos, sino de representaciones plásticas, de ideas, emociones y
sentimientos que se plasman en obras. Y, en ese sentido, el artista es también
un coleccionista, pero un coleccionista de obsesiones, aquellas que va
plasmando en su trabajo en busca de la realización de la obra.
Todas las piezas de la exposición: los dibujos, el libro de luz,
las esculturas, el molde que se confronta con las armaduras, la película rodada
especialmente para esta muestra en los espacios de la Fundación, incluso el
tablero de imágenes, giran en torno a una misma modulación: alcanzar la luz.
En sus obras, Bernardí Roig bucea en un depósito abigarrado de imágenes: del
arte a la vida cotidiana, de las raíces familiares a lo desconocido, para
impulsar su búsqueda desde la memoria a la luz del deseo. Algo que tiene
su reflejo en el Tablero de imágenes, que vive en una pared de su
estudio, donde va fijando recortes de imágenes tomadas de aquí y de allá, y que
se presenta al público por vez primera en esta exposición. Es un registro
íntimo de cómo la obsesión gira, se expande y se eleva hasta acabar
convirtiéndose en obra.
En definitiva, coleccionar obsesiones hasta convertirlas
en obras artísticas. El trabajo de Bernardí Roig, en el espejo
diseminado de los espacios de la Fundación Lázaro Galdiano: las salas, el
jardín, incluso el sótano, permite a nuestra mirada y a nuestra sensibilidad
introducirse en la amplitud de registros que implica el coleccionismo, del
deseo a la memoria, de la lucha humana con el tiempo a su plasmación en obra de
arte.
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