Janaína Nagata Otoch
(Estudiante de intercambio - Brasil)
Los encargados: ¿el arte más allá de la
galería?
El 15 de agosto de 2012 desfilaban por la Gran Vía madrileña siete vehículos negros
con aspecto de coches oficiales, portando sobre el techo retratos de gran
dimensión pintados de negro y boca abajo del rey Juan Carlos I y de los últimos
seis presidentes de la democracia española. El 17 de enero de 2013 esos retratos,
junto a un videomontaje y un conjunto de fotografías del desfile, son expuestos
en la galería de arte contemporáneo Helga de Alvear, y constituyen la
exposición titulada Los Encargados.
De hecho, la estética totalitaria
utilizada por los artistas Santiago Sierra y Jorge Galindo para delinear los
rostros de la supuesta democracia española, provocó discusiones polémicas desde
el día de la “marcha militar”. La Extremadura política, por ejemplo, elogió
la acción y la utilizó para encabezar la defensa por una real democracia frente
a la falsa transición española dirigida por las elites del franquismo. Por otra
parte, el columnista de La Razón
Pedro Alberto Cruz Sánchez publicó recientemente un largo ataque al proyecto de
Sierra y Galindo, calificándolo de banal, infantil y consentido. En cualquier
caso, estas discusiones y debates provocaron
reflexiones e inquietudes, lo que prueba que Los
Encargados es un proyecto logrado en lo que concierne a su capacidad
crítica. Además, su refinamiento
estético es evidente sobretodo en el video y en los fotogramas. Los efectos de
inversión producidos por la posición de las pinturas y de los edificios
provocan confusión mental e incomodidad. Estos valores dialogan directamente
con la ambición política y discursiva de la acción.
Esta ambición es evidente en el proyecto
y se opone a los presupuestos formalistas de una obra desinteresada y sin
contenido; tanto es así que el propio Jorge Galindo, en una entrevista para el
periódico El Mundo, dice: “empezamos este proyecto con una idea común muy clara:
sacar la pintura de forma combativa a la calle”. No obstante, la disposición de las pinturas
en una sala de galería con paredes blancas nos aparta del contexto público de
la calle y nos aproxima al universo del arte en su condición más tradicional de
enclaustramiento. Digo esto pues creo que la obra funciona en su totalidad como
acto, como video y como fotografía, pero pierde fuerza y potencialidad como
pintura colgada en la pared.
El modo de exposición de las pinturas
puede justificarse, en cambio, según la idea de que los lienzos nos recuerdan
la tradición del realismo estalinista y de los retratos de los líderes
poderosos del socialismo real. Y que, además, el hecho de que los lienzos están
bocabajo y de que el espectador está rodeado por las miradas causa un
extrañamiento positivo para los sentidos y lecturas del trabajo artístico. Hay
que acordarse, sin embargo, que la estética del realismo socialista no se
asociaba a museos ni a galerías, pues hallábase íntimamente relacionada con las
masas, el Estado y la publicidad. Por lo tanto, los lienzos funcionan más en el
contexto de los comicios y de las marchas oficiales, sustentados por coches
mercedes negros en un desfile por Gran Vía. De igual manera, funcionan bien en
el video, pues en él se construye un juego interesante entre las pinturas, la
calle y el montaje.
Éste es sólo un otro punto de discordancia que plantea Los Encargados. Y seguramente el conjunto de inquietudes y
desacuerdos nos muestra el punto sobre el cual se sostiene la acción de Sierra
y Galindo: el poder provocativo. Por eso, tanto las críticas como los elogios
juegan a su favor.
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