martes, 29 de enero de 2013

LA BUSQUEDA CON CUATRO GAFAS

Marisa García Moya

Bernardí Roig. El Coleccionista de obsesiones
Museo Lázaro Galdiano. 25 enero al 20 mayo 2013

En esta exposición, en ningún momento ni existe, ni tampoco se busca, el dialogo entre las solemnes obras de museo Lázaro Galdiano y las impactantes esculturas de Bernardí Roig, en la visita, al espectador le es imposible concentrarse en ambas muestras, como casi siempre en la vida hay que tomar una decisión, o se ve la obra permanente, ignorando los extraños hombres blancos que se esconden en los rincones o se comienza una búsqueda laberíntica, complicada y muy piadosa, para descubrir a modo de vía crucis, las obras  que el autor ha ido diseminando por todo el museo.

En este caso, el histórico edificio de cuatro plantas,  el antiguo palacio de La Florida, se convierte solo en un ilustre contenedor  y sus elegantes salas y prestigiosas obras de arte, nada más que en estorbos y dificultades que hay que atravesar y superar para ir encontrándonos,  a los torturados y blancos cuerpos de Bernandí Roig, que de forma deliberada y malvada ha ido ubicando y escondiendo  por todos los rincones.
En una de las salas,  pequeña y oscura, se exhibe un  audiovisual, lo ha realizado el autor, muestra muy claramente el camino laberintico y a veces claustrofóbico, que hemos de seguir para conseguir encontrar a las obras, hay que recorrer pasillos, entrar, salir, bajar y subir, a modo de luz en la cabeza nos han proporcionado un plano para orientarnos en la búsqueda del tesoro,  pero no hay forma de encontrar nada, tengo que preguntar una y otra vez, me pierdo por las salas, pero tras varias intentos encuentro lo que estaba buscando, puede ser ésta una metáfora de la vida, donde el hombre moderno siempre siente la necesidad de buscar algo, no sabemos muy bien que,  es la incapacidad de encontrar la felicidad lo que mantiene al hombre  en una alerta búsqueda constante.
La intención del artista en varias de sus obras, es ponernos impedimentos  para poder ver, hablar, oír y pensar, existen siempre los mismos elementos recurrentes, un hombre que parece atormentado, siempre con una gran carga a cuestas, el neón como elemento de la vida moderna, los ojos cerrados impiden ver  y la boca en un desdeñoso y amargo gesto, los pies descalzos con el pantalón a medio abrochar, el personaje más que un hombre real parece un buda oriental, de carnes flojas y con actitud sumisa, se limita a aguantar las torturas que le infringe su autor.

Tras una ventana del último piso, me encuentro al único hombre de blanco, que es algo diferente, está en la calle, desnudo y con el estigma de la lanza en su costado, como corona de espinas una estructura de hierro le envuelve la cabeza,  Bernadí Roig en esta obra parece reflexionar sobre la obsesión y el peso de la fe en el mundo actual.

Ya en el jardín, un hombrecillo blanco, aguanta estoicamente haber sido colgado en lo más alto de un abeto, quizá queriendo alcanzar el cielo, mientras otro ha sido enterrado en los arbustos y solo han quedado fuera los pies. El autor de esta colección de obsesiones ha sido demasiado cruel con este enorme, blanco y entrañable personaje, que poco a poco ha ido transformándose y humanizándose a los ojos del espectador. 

La búsqueda acaba en la última planta ante un enorme panel a modo de cajón de sastre, donde todo tiene su sitio, desde la foto intima familiar, hasta el anuncio pornográfico publicitario, para terminar el recorrido delante de una vieja foto, de un profesor con cuatro gafas.

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