miércoles, 30 de enero de 2013

Tras la carcasa de lo políticamente correcto


El coleccionista de obsesiones. De Bernardi Roig
Museo Lázaro Galdiano
Del 25 de enero al 20 de mayo, 2013
Alba Molina de la Tajada

La pulsión escópica es el deseo del ser humano por mirar, nos encanta mirar, somos pequeños voyeurs escondidos en nuestra carcasa de lo políticamente correcto. Por un agujerito podemos llegar a ver cosas bellas, macabras, eróticas, bucólicas o patéticas. Este último punto, el gusto por lo patético lo saca a la luz el artista mallorquín Bernardi Roig en su exposición El coleccionista de obsesiones. Da en la cara al espectador con figuras de hombres robustos, calvos, con una expresión de indescifrable ¿dolor? ¿Angustia? ¿Perversidad? Y el espectador no puede escapar, no puede esconderse en su carcasa y no mirar, no puede evitar la pulsión de mirar a la entrepierna de ese patético hombre cuyos pantalones, desabrochados, están a punto de caer.

Las obsesiones mas intimas salen a la luz en esta exposición, y salen a la luz literalmente, los neones y fluorescentes ya se encargan de que el visitante no pueda evitar dejar de lado a estas figuras, que curiosamente, parecen encajar a la perfección con la colección permanente del museo, como un visitante más.

Desde luego, Bernardi Roig hace un ejercicio expositivo muy fuera de lo común, las esculturas blancas se convierten en obras de arte al mismo tiempo que parecen haber ido ellas también al Museo Lázaro Galdiano, escondidas tras ventanas, tras esquinas o sótanos, pero siempre encontrados por la luz. De esta manera también volvemos a la idea de la pulsión escópica y de como el espectador se ve reflejado en un espejo (en esculturas que han perdido el pedestal y se ponen a nuestro nivel), si bien, no todos somos obesos, calvos u hombres, todos somos o hemos sido patéticos, nos hemos visto avergonzados, nos hemos tapado los ojos ante la luz cegadora de la verdad.

Pero, ¿si hay un deseo de mirar, porqué Bernardi Roig se tapa los ojos ante la luz que le permite ver las maravillas del Lázaro Galdiano? Quizás es una manera de decirnos que estamos ciegos, aunque aparentemente caminemos por nuestro mundo sabiendo lo que hacemos, todos los días viajamos en metro o tren, y caminamos con toda soltura entre andenes, escaleras mecánicas y torniquetes, pero no miramos más allá de nuestros propios pies o de nuestro propio teléfono móvil, no nos fijamos en los que nos rodean ni en sus obsesiones, hace falta un artista mallorquín para colocarnos frente a frente aquello que creemos que habíamos dejado a salvo en nuestro interior.

Por si no habíamos tenido suficiente en el interior, Roig nos propone otro juego basado en la mirada: el juego del escondite. Nos deja descubrir la bizarra fascinación por encontrar un cadáver, bajo unos matorrales o colgado de un árbol; así como acercarnos a tocar y sentir a una fría y pobre criatura cegada, de nuevo, por la luz.

Una vez que el artista ha dejado que nosotros, inocentes visitantes, experimentemos con nuestras propias obsesiones, él nos enseña las suyas, nos ofrece ver con sus ojos (por medio de fotografías y dibujos) aquello que no queremos admitir que nos horroriza y nos fascina: el sexo y la muerte, pensamientos que se esconden en un lugar privilegiado de nuestra carcasa de lo políticamente correcto.

Bernardi Roig ha creado una exposición única, donde para sorpresa de muchos, tradición y vanguardia encajan como piezas de relojería, donde el visitante, ya sea critico, historiador del arte o un humilde turista se siente como L.B. Jefferies en La ventana indiscreta, demostrando y sacando a  la luz el pequeño Voyeur que todos llevamos dentro, y lo hace con tal maestría que lejos de sentirnos avergonzados, nos sentimos orgullosos de nuestras pulsiones internas, de la fascinación que produce mirar mas allá y vamos como mosquitos hacia la luz, hacia una atracción difícil de explicar que nos obliga a mirar (aunque creemos que eso no esta bien) aquello que no deberíamos, demostrando así, que al final todos somos coleccionistas de obsesiones.

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