miércoles, 30 de enero de 2013

Muerte en el museo


“El coleccionista de obsesiones”

Fundación Lázaro Galdiano

Andrea Huerta de la Zarza

 

LA MUERTE EN EL MUSEO:

La exposición muestra una serie de obras, de Bernardí Roig, este es un joven artista, que ha adquirido bastante fama, dentro del panorama artístico, en los últimos años, sus obras están influidas por Malevitch o Beuys, y en ellas suele hacer un giño a la memoria y al deseo.

En esta ocasión, el autor nos propone una serie de 17 obras, repartidas entre diversas salas y el jardín de la fundación Lázaro Galdiano, estas son esculturas, dibujos, un libro de imágenes y un video, la gran novedad es que para la colocación de ellas se han abierto espacios, generalmente cerrados al público, lo que se corresponde con la idea de la visión oculta, que tienen los museos y fundaciones y ese “secretismo”, de almacenes repletos de obras guardadas, esto nos invita a hacer una reflexión de mirar mas allá, de lo visible.

Esto produce un gran choque, ya que de repente, y en comunión, con el resto de las obras de la fundación, que no tienen nada que ver con el arte contemporáneo, se inserta en medio de las estancias una figura humana blanca y rodeada de luz, que rompe nuestro enfoque tradicional, a la hora de visitar la exposición, ya que nos incita a pensar, y a salir en cierto modo de la zona de “confort” visual a la que nos tienen acostumbrados, quizás esto, sea la salida a todo ese mundo de objetos de cierta manera muertos, que se colocan por paredes y esquinas, y que en realidad forman una red de materia, sin ningún sentido para nosotros.

Un gran apoyo a esta idea es el video, que se presenta en blanco y negro, en un ambiente casi fantasmagórico, de un hombre caminando, solo por un museo, este está a ciegas, y nos pone en alza esa sensación de que miramos, pero no vemos, recorremos salas repletas de obras, pero al final, de la visita, llega la desolación, el vacio y la temida pregunta ¿Qué he visto en realidad?.

Las obras también pretenden hacer una mención a la práctica del coleccionismo, que está hoy en día, bastante extendida, ya que vivimos en la cultura de la conservación, todo se guarda, todo se almacena, estamos abrumados de objetos, de imágenes de esos objetos, todo ello forma parte de al fin y al cabo, de un mercado más, que deja atrás la valoración estética, para convertirse en un producto, de por así decirlo del supermercado del arte, pero con ello, estamos, ¿matando las obras?, o por el contrario, si no se conservaran, ¿quizá no podríamos verlas nunca?.

El conjunto total entre escultura, dibujos y videos, está rodeado además por un halo de misterio de música tenebrosa, que no deja de hacer referencia a la muerte, que para mí, se corresponde con la muerte de esos objetos en el museo, y crea esa impresión de inseguridad, de lo desconocido, es gracioso ver la expectación que se crea en el túnel,  un lugar oscuro y frio, ya que en la entrada, puedes ver a un par de visitantes arremolinados, y es divertido, ver las emociones y comentarios de todo tipo desde la fascinación, hasta el mismísimo, “esto es una mierda”.

Otro de los espacios, que acentúa ese carácter, es el jardín, en el que yo misma, me siento como una verdadera estúpida, buscando obras por todos los lados, y es cuando me di cuenta de la frase que ya he pronunciado anteriormente, estoy mirando, pero no estoy viendo, por lo que invito a la próxima vez, que nos vayamos a ver un museo o exposición, en que pensemos en esta frase, y podamos dejar atras, la percepción de desolación y desconocimiento a la salida.

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