Jorge Gómez Sierra
Crítica sobre la exposición Café hecho por Di (Wilfredo Prieto)
(Galería de Arte Nogueras Blanchard; C/ Doctor
Fourquet, nº 4)
Confesiones de un artista de mierda, por
¿Philip K. Dick?
Madrid, mediados
de febrero, se avecina ARCO y todo lo que ello implica; nervios, prisas, obras
y más obras y galeristas “desquiciados”. Es el momento más esperado del año
para la mayoría de artistas del panorama actual, aunque no para todos…
Cinco de la
tarde, nos atiende Wilfredo Prieto en la galería Nogueras Blanchard. Se trata
de un hombre bajito, tranquilo, reflexivo y ajeno a lo estrictamente suyo, al
menos aparentemente. Con la cabeza bien amueblada, la mente despejada y lejos
de excentricidades, parece desmenuzar sus ideas, su forma de trabajar y sus
dificultades para estudiar. También comenta que este año dará un poco de lado a
ARCO, donde no va a exponer. Durante la charla se vislumbra rápidamente lo
fundamental para él; la cotidianidad. Confiesa que el día a día y la realidad
es su fuente de inspiración, pero interpretadas a su modo.
Mientras tanto,
en la galería descubrimos -de la cabeza a los pies- obras por todos lados, horror vacui. Deseos y frustraciones,
obras quiméricas, el artista al desnudo. Esto sería un perfecto “abstract” que
definiría la muestra.
Es curiosa la
propuesta del artista cubano (afincado en Barcelona), donde únicamente tienen
cabida bocetos, dibujos e ideas previas, nunca obras definitivas, quedando al
descubierto el concepto academicista del “estudio preparatorio” que aún reside
en el arte contemporáneo, salvando las distancias claro. Partes dialogan,
partes no; algunos de estos “apuntes” parecen pedir auxilio, buscan ser
contextualizados. Hay algo de enigmático; un pequeño post-it amarillo con notas
musicales me desconcierta. ¿Qué es esto?, ¿qué quiere sacar el artista de ese
trozo de papel?
Wilfredo Prieto
plasma en las paredes de la galería una especie de auto-retrospectiva. Un
pequeño homenaje a sus últimos años de creación, desde su definitiva formación en la Habana (concluida
en 2003) hasta sus últimas exposiciones. Una rápida introspección con el fin de
reunir lo “bruto” de su producción; bocetos de obras que en potencia erosionan
la realidad de donde han sido forjadas, cuestión que el mismo artista apunta: “el papel es el primer espacio donde
visualizo las ideas, las depuro, les doy vueltas hasta que logro una imagen o
idea que me convence”. Se trata de un proceso creativo dividido en pasos,
idea (mente), dibujo (boceto) y obra definitiva.
Los quebraderos
de cabeza son aquí palpables, muchos de estos “garabatos” no se han llevado a
término aunque otros sí. Hay limitaciones técnicas que lastran al artista a la
hora de dar génesis a sus bocetos. Algunas de las ideas son dificultosas de plasmar.
Está por ejemplo hot potatoe,
condicionada por limitaciones tecnológicas; estadio,
anclada por permisos administrativos. Aunque sin duda, una llama la atención
por encima del resto, infinito, un
proyecto ambicioso en el que el artista
lleva ya tiempo trabajando y que consistiría en una carretera con forma
de símbolo de infinito, una alegoría paradójica y frustrante con forma de
“scalextric”.
Otro juego
interesante con el que Wilfredo suele coquetear es con el de la literalidad,
las cosas son lo que son (ej: Grasa,
jabón y plátano¸ 2006), no hay más. Si bien en ocasiones el espectador
tiende a buscar más allá, muchas veces de forma inconsciente, pues el arte
contemporáneo nos tiene habituado a las sutilezas y a obras sugerentes,
cognitivamente complicadas.
En definitiva,
si analizamos a fondo lo que cuelga estos días de los muros de la Nogueras
Blanchard encontraremos algo ciertamente complejo, un artista sencillo pero con
multitud de formulaciones artísticas encontradas por el “camino” que le han
valido para obtener premios como el Cartier
Fundation Award. Además se ha
convertido en un personaje bastante cotizado entre museos y galerías de todo el
mundo, y pese a su juventud, acumula ya un número muy aceptable de exposiciones
individuales (y también colectivas).
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