Bernardí Roig. Museo Lázaro Galdiano- “El coleccionista de obsesiones”
Épocas de cambio y nuevas luces
La
fundación Lázaro Galdiano por fin comprendió el mensaje: “modernizarse o
morir”. Y vaya si se lo tomó al pie de la letra. Bernardí Roig se apropia, se adueña,
invade este imponente caserón de principios del siglo XX con una exposición que
rompe moldes. El artista propone en esta muestra temporaria “un monólogo
ensimismado de sus obras en espacios compartidos”[1].
Las
17 obras que Bernardí Roig presenta en esta exposición abarcan casi todo el
abanico de las artes plásticas; desde recursos audiovisuales, escultura,
pintura, instalaciones y hasta un tablero de imágenes con formato de collage. Si
bien las obras resultan por sí mismas llamativas, es el contraste que surge del
clasicismo que caracteriza las piezas de la colección Lázaro Galdiano con la
contemporaneidad radical de las creaciones de Roig lo que más nos descoloca y
desorienta en esta exposición. Las obras se extienden a todos los rincones del
Museo, incluidos espacios cerrados al público (como el túnel o la sala de
armaduras), activando todos estos lugares y creando constantemente situaciones
paradójicas que, junto a la mirada activa del espectador, permiten una
renovación del espacio y de su contenido.
Bernardí
Roig tiene muy claro cuáles son sus obsesiones y no duda en plasmarlas una vez
tras otra en cada uno de sus trabajos. Esta colección de obsesiones que compite
con la magnífica colección de objetos que fue adquiriendo rigurosamente Don
José Lázaro Galdiano, expresan en su mayoría las frustraciones humanas y el
dolor que conlleva la aceptación de la imposibilidad y del paso del tiempo. Y
aquí es donde entra en juego el concepto clave de la memoria que vertebra toda
la exposición y se convierte en el nexo de unión con la colección permanente. La
muestra no es otra cosa que un compendio de acumulaciones, eso sí con un orden
claramente intencionado y una disposición desafiante que consiguen llamar la
atención de un público desorientado que busca respuestas a estas situaciones
paradójicas.
El tablero de imágenes reúne un compendio
de algunas ideas que han surgido a través del proceso creativo del artista. Son
fotografías intervenidas, recortes de revistas y periódicos y algún dibujo, que
en su mayoría aluden a personajes famosos, a la muerte, a la imposibilidad de
comunicación y a la ambigüedad sexual. A través de sus intervenciones en dichas
imágenes, un tono irónico, que a veces roza un duro humor negro, se apodera del
panel creando un muro crítico y que desafía la censura que el mismo impone a
algunas de sus obras. Y digo esto porque pareciera que la mayoría de las
esculturas que expone tuviesen algo que decir y, sin embargo, son sus rostros
sufrientes, retorcidos, duramente contenidos y silenciosamente inquietantes,
los que nos transmiten una sensación de incomunicación, de aislamiento del
sujeto contemporáneo que lleva a la conversión de la sociedad en una sala de
cuerpos ausentes.
Para
Bernardí Roig “una imagen debe alterar a quien la mira, debe transformar,
intervenir quirúrgicamente”[2].
Es la mirada del espectador la que hace revivir las obras día tras día y es la
obra la que debe convertir al espectador en otra persona después del encuentro.
Si esta imagen resulta agresiva, inquietante, la transgresión está asegurada.
Así encontramos en dicho tablero de imágenes, fotografías de un cordero
degollado que nos recuerdan las acciones de Günter Brus y sus compañeros del
accionismo vienés, mujeres con genitales masculinos y viceversa como en las
fotografías de Joel-Peter Witkin o personajes intocables llevados al ridículo
tomando ejemplo de Duchamp y su “L.H.O.O.Q”.
Esta
mirada resulta ausente en el vídeo que Bernardí rodó directamente en el Museo.
Un recorrido a ciegas, en el que artista no ve, su mirada está imposibilitada,
pero sin embargo nos hace partícipes de ese deambular, como si de un flâneur se
tratase, que nos permite descubrir nuevos rincones, luces y sensaciones.
Son
sus esculturas obsesivas, repetitivas, de este hombre sufriente, venido del
futuro y de todos sus clones las que reactivan este espacio anticuado, dando
una nueva luz a la historia.
Marina Avia Estrada.
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