Café hecho por Di
Wilfredo Prieto
Galería Nogueras Blanchard, Calle Fourquet, 4, Madrid
2 de febrero – 30 de marzo 2013
Paula Fayos Pérez
Wilfredo Prieto (Cuba 1978) dice que el
artista contemporáneo es como un arqueólogo, que se dedica a desempolvar lo que
la realidad comunica por su propia esencia. Su metodología fue destilada por
Gerardo Mosquera en la ecuación “idea aguda + artefacto simple = máximo
significado”. En La Habana la carrera de Bellas Artes es tan larga como la de
música en España y constan de rasgos semejantes: a lo largo de trece años en
los grados elemental, medio y superior, se aprende toda la tradición de arte
clásico antes de tener la “licencia” para romper las normas y comenzar un
discurso propio; porque como el profesor Agustín Bustamante dijo una vez, “no
es lo mismo licencia que solecismo”. Prieto se formó como pintor y sin embargo no pinta, haciendo todo tipo de prácticas artísticas. Algunos de los artistas que más han influido en su
trabajo son Cildo Meireles (arte conceptual), Félix Fernández-Torres
(minimalismo) y Ana Mendieta (performance y body-art). En 2008 gana el premio Cartier, uno de los más prestigiosos en
la actualidad, confirmando el éxito de su trayectoria. Oficialmente su obra se
considera enmarcada en el arte conceptual, pero el autor dice que no está
interesado en el minimalismo ni en el conceptualismo; asegura que su obra se
define por sí misma, sin prejuicios ni etiquetas. Es un artista que trata de alejarse
de formas artísticas tradicionales y distanciarse de “cercanías evidenciales” o
contextos, sin por ello dejar de aprender de lo que le rodea. De hecho el
proceso es inverso: construye su obra desde un punto de vista naíf, quam tabula rasa, siendo más tarde
cuando identifica posibles afinidades estilísticas.
Ésta es su primera exposición de dibujos
en papel, recogiendo más de cien ejemplos de trabajos desde sus años de
estudiante en el Instituto Superior de arte de La Habana, hasta su exposición
más reciente en México D.F. (Sala de Arte Público Siqueiros). Estos dibujos
actúan en paralelo de sus otras obras y el autor afirma que es como primero las
visualiza antes de construirlas. Se exponen bocetos preparatorios que han dado
lugar (o no) a proyectos ya expuestos o a aún por llevar a cabo.
Sorprendentemente, observamos que algunas sofisticadas realizaciones han
surgido de dibujos simples y aparentemente inocentes, como ocurre en el caso de
Avalancha (2003) o Grúa (2007). La idea que vertebra la
exposición es que la galería es un laboratorio gigante en el que se realiza una
experimentación constante. Como los bocetos de Leonardo, resultan apuntes
inspiratorios que desembocan en un trabajo
de taller. A modo de moleskine pictórica o cuaderno de campo, el artista recoge
imágenes formando un archivo personal y único, basándose en la fuente de
inspiración que es la realidad cotidiana e incluso la imaginación o el
inconsciente. Así, una taza de café se convierte en una nueva Olympe.
La obra de Wilfredo Prieto no es
ambiciosa, es sencilla y aparentemente trivial y sin embargo transmite ideas
cautivadoras; pequeñas grandes verdades. Contiene originalidad y reflexión, a
través de unas técnicas misceláneas e inclasificables.
Su imaginario es un personal colectivo: temas de interés para el autor, pero
también para el espectador, el cual se siente identificado con sus libros en blanco o sus burros tirando en
direcciones opuestas. En la entrevista de Havana
Cultura, Prieto dice que no cree en la censura y que el arte, al igual que
la plastilina, se adapta; como el agua, siempre encuentra una salida. Por tanto
nos encontramos frente a un arte dúctil, que mezcla elementos de diferente
función y campo sensorial creando singulares metáforas; un arte que posee
tantas contradicciones como su autor y su público.
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