Wilfredo Prieto
Galería Nogueras Blanchard
2 Febrero - 30 Marzo 2013
Celia Lucia Soldado Moreno
A modo de exposición dadaísta donde cada parte
de la pared está aprovechada y donde el único agente unificador es el color de
los marcos, la exposición está mostrando el trabajo del artista metiéndonos
dentro de su obra, dentro de su taller pero también, dentro de su cabeza tanto así
que incluso se atreve a compartir con nosotros sus pensamientos, sus proyectos,
sus triunfos y sus fracasos. Presenta tanto aquello que le ha servido como
aquello de lo que se avergüenza mostrar pero que sigue siendo inevitablemente
una parte de todo su trabajo y de su vida. Debido a la formación del artista un
tanto desconstructivista; ya que después de un periodo de formación muy académica
en su Cuba natal le enseñan a romper con todo lo aprendido, podemos llegar a
pensar que esa parte de su vida fue la gran detonante que más tarde sirviera
para realizar este tipo de proyectos e instalaciones, como hicieron con él en lo
que he denominado con anterioridad “formación deconstructivista”, aplica ese método
en la forma de ver sus obras exponiéndolas a modo de maqueta o laboratorio a
modo también, de gabinete.
Enfrentado a su lluvia de ideas se encuentra “empapelada”
gran parte de la galería donde expone un montón de dibujos, casi a modo de jeroglífico
egipcio. Este había sido uno de esos proyectos “fracasados” pero que a su vez
es una descripción bastante clara o resumen, por así decirlo, de su obra. Todo esto
lo vemos con un tinte un tanto Dalinesco que nos recuerda a su plasmación de
los sueños, la vida cotidiana está llena de objetos artísticos y nada es
casual. Como dijo en su momento “Intento apresar ideas que la propia realidad
ya contiene”,[1] aquí se está desnudando y
ha abierto su jaula personal de las ideas, las cuales han salido volando “escopeteadamente”
y poco a poco se han ido posando cual gorriones anidando en las paredes.
Vemos aquello que no estamos acostumbrados a
ver, nos está contando un secreto a gritos, unos gritos visuales, en un gesto de intimidad se atreve a
mostrarnos aquello que no solemos ver de los artistas, sus bocetos, sus dibujos
preparatorios, sus ideas momentáneas, dibujos ocurridos en un momento
determinado que ha plasmado en lo primero que ha encontrado por la casa, ya sea
un papel de un cuaderno o una hoja de un periódico antiguo. Con un gran
ejercicio de valentía, no nos está exponiendo su obra sino que se está
exponiendo a sí mismo como si fuera una pieza más del conjunto al que hubiera
que hacerle una crítica, una valoración; él es la obra y a él es a quien hay
que valorar, está expuesto a nuestras críticas.
Por un lado tenemos bocetos de obras que ha
realizado o que quiso realizar y no pudo pos cuestiones generalmente técnicas,
pero también nos encontramos con dibujos de ideas de la infancia llevadas a la realidad,
ideas que se le ocurrieron de pequeño y que aun pasando el tiempo continuaban
en su cabeza como un grito insistente a la materialización. La galería es un
caos donde los dibujos son las palabras, es una retrospectiva de toda una vida. Ya en su obra
Apolítico (2001) presentada en la Octava bienal de La Habana, marcó de alguna
manera el germen de su discurso que cuestiona la propia esencia del arte. Fiel
adicto al "ready made" el artista se modela a sí mismo. La obra es el propio
artista, quién se construye y reconstruye como figura pública.[2]
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