Café
hecho por Di. Wilfredo Prieto (2 de febrero-30 de marzo de 2013)
Galería Nogueras Blanchard.
Carolina López Sánchez
Orgullos y vergüenzas.
Tan
apetecible como un café recién hecho, así se nos presenta la nueva exposición de
la Galería Nogueras Blanchard: Café hecho
por Di de Wilfredo Prieto. El título
es un reflejo de la mente creativa del artista, quien encuentra su inspiración
en lo cotidiano.
Los
dibujos de la muestra ofrecen la oportunidad de disfrutar de la espontaneidad del
artista. Sus ideas se materializan siempre en el dibujo, algo frecuente en los
artistas formados en Cuba. El propio Wilfredo Prieto confiesa: “El papel es el
primer espacio donde visualizo las ideas, las depuro, les doy vueltas hasta que
logro una imagen o idea que me convence”. La galería en este caso se convierte
en el espacio-taller, al que accede el público. Allí nos encontramos con los
proyectos del artista, muchos se han materializado, otros son obras en potencia,
por otro lado algunos definitivamente son empresas frustradas. El dibujo de una
caña de pescar que se pesca a sí misma supone el antecedente de Sin título (Grúa) del año 2007. Como una
broma surge el dibujo del plátano en el suelo, que finalmente dará como
resultado Grasa, jabón y plátano
(2006).
El
perfeccionismo del artista hace que sea muy crítico con sus ideas y sus obras
ya realizadas. En alguna ocasión ha confesado que no realizará nunca una obra
si los medios de los que dispone no son los adecuados. Por ello a Wilfredo
Prieto se le puede aplicar la frase del escritor Thomas Mann: “Reposar en la
perfección es el anhelo de todo aquel que se esfuerza por alcanzar lo sublime”.
La perfección del artista hace que él
mismo ordene las obras en este horror
vacui para que tengan el sentido preciso. La manera expositiva de la muestra
es en sí misma una obra de arte.
Wilfredo
Prieto inventa un mundo por medio de sus dibujos, los que mantienen un estrecho
vínculo afectivo con el artista. Sus proyectos han surgido de la cotidianeidad
del artista: de un recuerdo, de experiencias pasadas, una conversación, un café,
un charco en el suelo… Estas situaciones lo llevan a la idea, ésta a la
plasmación en papel y, a veces, a darle forma plástica. Lo que hoy vemos en la
galería son obras-recuerdo. Evocaciones que el espectador no comparte, por ello
nunca podrá ver la exposición con los mismos ojos que el artista que la creó.
El
artista reconoce que hay cierto egoísmo en sus obras, pues muchos proyectos los
hace para sí mismo. Lo que me hace recordar el capítulo setenta y tres de Rayuela en el que Julio Cortázar, por
medio de Morelli, nos transporta a la puerta de la casa de un napolitano que
consagró parte de su vida a contemplar un tornillo en el suelo. Este hecho
causó irritación en los vecinos, aunque finalmente nadie podía evitar mirar de
reojo el tornillo para conseguir la paz. ¿Qué significaba el tornillo? Nadie lo
supo jamás salvo, posiblemente, el napolitano. “Quizá el error estuviera en
aceptar que ese objeto era un tornillo por el hecho de que tenía forma de
tornillo”. Como el tornillo, muchas obras de Wilfredo Prieto, a pesar de que
parezcan nacer de ideas sencillas, puede haber todo un mundo de significados
detrás que sólo el propio artista comprende.
“A
lo mejor el napolitano-dice Julio Cortázar- era un idiota pero también pudo ser
el inventor de un mundo”. Aunque haya proyectos que avergüencen al artista,
estos han conseguido conformar su carrera profesional: todo aquello cuanto ha
sido, es y será. El artista debería sentirse satisfecho de poder
exhibir sus orgullos y vergüenzas a todo aquel que sienta curiosidad por
conocerlas.
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