jueves, 7 de febrero de 2013

El sueño que cabe en la galería


El sueño que cabe en la galería

Janaína Nagata Otoch (estudiante intercambista)

La galería Max Estrella recibió la primera exposición individual del artista gallego Jorge Perianes. Desde entonces, se convirtió en un universo onírico: tazas de vino amenazando caerse y destrozarse, escaleras que apuntan para la nada, rocas aparentemente pesadas sustentadas por finos pilares de metal. Una serie de objetos construidos, cortados y manipulados a modo  de producir fragmentos absurdos y metáforas sutiles que se relacionan en una escenografía narrativa hecha especialmente para el espacio expositivo de la galería.

Es evidente que no estamos frente a una pesadilla. El detallismo, la precisión, la belleza y la disposición más bien organizada de las partes, aunque un poco incómodas, nos alejan del tan obscuro universo del inconsciente. Por supuesto, todo eso es reforzado por el hecho de que los fragmentos están expuestos en plena conformidad con la luz de la caja blanca, que uniformiza todo bajo el estigma de obra de arte.

En un catálogo hecho para la exposición “Los animales se equivocan”, David Barros compara los objetos y fragmentos de Periani con las cárceles de Piranesi. No se puede negar que hay elementos que dialogan en los grabados de uno y en los pequeños objetos del otro, aunque no son meramente diálogos de correspondencias y similitudes. Tomemos como ejemplo las escaleras: si en Piranesi son  caóticas, confusas, angustiantes y repugnantes como una pesadilla, en Periani son tímidas y ordenadas. Además, la composición de Piranesi es expansiva, es decir, la confusión no se circunscribe a los límites de la matriz, mientras que en Periani abdica del carácter expansivo por una dimensión poética e introspectiva de la metáfora y del sueño, que no repele sino es un simple objeto de curiosidad o duda.

Cuando apreciamos los objetos de Periani, además de Piranesi, recordamos los cuadros surrealistas de Dali y Magritte: parece que las metáforas pintadas salen de los cuadros y se meten en el espacio. Una de las metáforas de Periani incluso hace referencia a la manzana de Magritte, con quien guarda una profunda similitud: la preocupación principal es lo que se representa y no cómo se representa, es decir, no importa si las técnicas y la manera de presentar son tradicionales y conservadoras, siempre que representen perfectamente la metáfora pretendida.

Estas metáforas, como ya fue dicho, son más curiosas que repugnantes. No se proyectan hacia afuera, sino que nos remiten a una dimensión intimista y se acomodan perfectamente en el espacio de la galería. Son técnicamente bien ejecutadas pero nada osadas. Este carácter sin pretensión tal vez sea el aspecto más relevante de la exposición: nos coloca frente a los aspectos más angustiantes de nuestro tiempo, en donde lo que importa no es decir sino mostrar. Un tiempo tímido, frágil y melancólico, que no está preocupado por innovar, chocar, o producir malestar. Un tiempo en donde todo está bien hecho, pero algo parece fuera del lugar. Un tiempo nihilista, en el cual los sueños se acomodan en las galerías. En ese sentido, se adecua perfectamente la frase del artista: “El mecanismo es muy similar al de las flores o las plantas carnívoras. Son mecanismos que te acercan a una historia que quizás es más cruel o cruda de lo que parece”.

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