domingo, 10 de febrero de 2013

Épocas de cambio y nuevas luces



Bernardí Roig. Museo Lázaro Galdiano- “El coleccionista de obsesiones”

Épocas de cambio y nuevas luces


La fundación Lázaro Galdiano por fin comprendió el mensaje: “modernizarse o morir”. Y vaya si se lo tomó al pie de la letra. Bernardí Roig se apropia, se adueña, invade este imponente caserón de principios del siglo XX con una exposición que rompe moldes. El artista propone en esta muestra temporaria “un monólogo ensimismado de sus obras en espacios compartidos”[1].

Las 17 obras que Bernardí Roig presenta en esta exposición abarcan casi todo el abanico de las artes plásticas; desde recursos audiovisuales, escultura, pintura, instalaciones y hasta un tablero de imágenes con formato de collage. Si bien las obras resultan por sí mismas llamativas, es el contraste que surge del clasicismo que caracteriza las piezas de la colección Lázaro Galdiano con la contemporaneidad radical de las creaciones de Roig lo que más nos descoloca y desorienta en esta exposición. Las obras se extienden a todos los rincones del Museo, incluidos espacios cerrados al público (como el túnel o la sala de armaduras), activando todos estos lugares y creando constantemente situaciones paradójicas que, junto a la mirada activa del espectador, permiten una renovación del espacio y de su contenido.

Bernardí Roig tiene muy claro cuáles son sus obsesiones y no duda en plasmarlas una vez tras otra en cada uno de sus trabajos. Esta colección de obsesiones que compite con la magnífica colección de objetos que fue adquiriendo rigurosamente Don José Lázaro Galdiano, expresan en su mayoría las frustraciones humanas y el dolor que conlleva la aceptación de la imposibilidad y del paso del tiempo. Y aquí es donde entra en juego el concepto clave de la memoria que vertebra toda la exposición y se convierte en el nexo de unión con la colección permanente. La muestra no es otra cosa que un compendio de acumulaciones, eso sí con un orden claramente intencionado y una disposición desafiante que consiguen llamar la atención de un público desorientado que busca respuestas a estas situaciones paradójicas.

El tablero de imágenes reúne un compendio de algunas ideas que han surgido a través del proceso creativo del artista. Son fotografías intervenidas, recortes de revistas y periódicos y algún dibujo, que en su mayoría aluden a personajes famosos, a la muerte, a la imposibilidad de comunicación y a la ambigüedad sexual. A través de sus intervenciones en dichas imágenes, un tono irónico, que a veces roza un duro humor negro, se apodera del panel creando un muro crítico y que desafía la censura que el mismo impone a algunas de sus obras. Y digo esto porque pareciera que la mayoría de las esculturas que expone tuviesen algo que decir y, sin embargo, son sus rostros sufrientes, retorcidos, duramente contenidos y silenciosamente inquietantes, los que nos transmiten una sensación de incomunicación, de aislamiento del sujeto contemporáneo que lleva a la conversión de la sociedad en una sala de cuerpos ausentes.

Para Bernardí Roig “una imagen debe alterar a quien la mira, debe transformar, intervenir quirúrgicamente”[2]. Es la mirada del espectador la que hace revivir las obras día tras día y es la obra la que debe convertir al espectador en otra persona después del encuentro. Si esta imagen resulta agresiva, inquietante, la transgresión está asegurada. Así encontramos en dicho tablero de imágenes, fotografías de un cordero degollado que nos recuerdan las acciones de Günter Brus y sus compañeros del accionismo vienés, mujeres con genitales masculinos y viceversa como en las fotografías de Joel-Peter Witkin o personajes intocables llevados al ridículo tomando ejemplo de Duchamp y su “L.H.O.O.Q”.

Esta mirada resulta ausente en el vídeo que Bernardí rodó directamente en el Museo. Un recorrido a ciegas, en el que artista no ve, su mirada está imposibilitada, pero sin embargo nos hace partícipes de ese deambular, como si de un flâneur se tratase, que nos permite descubrir nuevos rincones, luces y sensaciones.

Son sus esculturas obsesivas, repetitivas, de este hombre sufriente, venido del futuro y de todos sus clones las que reactivan este espacio anticuado, dando una nueva luz a la historia.


Marina Avia Estrada.



[1] Entrevista con el artista para la creación del vídeo publicado en la página web del Museo Lázaro Galdiano.
[2] Ibídem.

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