miércoles, 6 de febrero de 2013

Heridas que se cierran con bisagras


Exposición “Sin título”
Jorge Perianes
Galería Max Estrella, Calle Santo Tomé, 6, Madrid
31 de enero – principios de abril 2013

Paula Fayos Pérez

“A mí la luz me da sueño”, dijo Jorge Perianes. Esta enigmática y poética afirmación ejemplifica en palabras el carácter de las obras que podemos ver en ésta, su primera exposición individual en la galería Max Estrella de Madrid. En este mismo emplazamiento ya participó en una exposición colectiva en 2012 titulada Caminar la línea (un título paradigmático de lo frágil, haciendo referencia a la canción de Johnny Cash). Los conceptos más recurrentes de su trabajo son la inseguridad y la ambigüedad; todo está envuelto en una atmósfera quebradiza aunque con una estética muy cuidada, pulida y detallista (por ejemplo, eligiendo unos colores armónicos y vistosos que llamen la atención del espectador). Algunos de los elementos más usuales de su imaginería son los árboles, las jaulas, las casas y casetas, los pájaros y los insectos. Concretamente acerca de los insectos, uno podría pensar que simbolizan o bien la naturaleza o bien la podredumbre, pero el autor dice que forman una “suerte de baile colorista sin finalidad precisa”. Pero fundamentalmente le interesa analizar el ser humano desde las perspectivas posibles: su hábitat, su identidad o su naturaleza. Para realizar este análisis, el artista se acerca a algunos temas tabú como la muerte, la desaparición, la ruina o el amor. El carácter escenográfico de muchas de sus obras se explica con el hecho de que normalmente el artista las ha diseñado específicamente para el lugar de exposición, por lo que se adapta a él a la perfección. Por otra parte sabemos que Perianes realiza primero apuntes y dibujos de las obras antes de construir las esculturas, lo cual explica la dimensión pictórica de sus exposiciones.

El autor ha declarado que la disposición de las piezas “es muy similar al de las plantas carnívoras. Son estructuras que te acercan a una historia que quizás es más cruel o cruda de lo que parece”. Por consiguiente, tanto si el espectador aprehende el mensaje como si no, éste queda atrapado por sus tentáculos pegajosos, como la mosca en la tela de araña. Tanto en esta exposición como en trabajos precedentes, se juega con la confusión entre las dos dimensiones y las tres dimensiones; como la palmera que parece rebelarse de “plana” bidimensionalidad, y destrozando el cuadro se planta literalmente sobre el fragmento resquebrajado. Encontramos una imaginería muy daliniana (con tintes de Magritte y de Chirico), donde el artista juega con lo onírico y con lo imposible, con el mundo al revés: ignora las leyes de la gravedad en escaleras que no apoyan en el suelo, vemos fragmentos de cristal roto delante de un espejo sin un rasguño, líquido que va hacia arriba en lugar de hacia abajo, piedras gigantescas en el techo, etc. Dos copas con vino en forma de reloj de arena parecen hablar sobre el entretenimiento como pasa-tiempo, y la sombrillita hawaiana sobre la copa rota podría ser una alusión a la decadencia y la apariencia falsamente festiva, como los músicos tocando mientras se hundía el Titanic.

Esas copas diferentes (rotas de forma diferente, para diferentes licores, con diferentes formas, en diferentes posiciones) me recuerdan a la película de Sabrina, en la que David Larrabee, que llevaba dos copas de champagne en los bolsillos del pantalón, en un descuido se sienta y se clava los afilados trozos rotos. Al igual que en esta exposición de Jorge Perianes, se trata de un aderezo sutil de humor negro y de absurdo, sobre un fondo de drama y desesperanza. Ojalá como en la mente del artista, soportáramos pesadas piedras sin rompernos y las heridas se cerraran con una bisagra, sin dejar a la vista nuestros bastidores. 

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